martes, 3 de enero de 2017

Cómo salir de la frustración con el principio de reacción positiva.


Si quieres salir del atolladero, tu estado de ánimo es tu prioridad.

Hay personas que van a una entrevista de trabajo como si fueran al matadero. Han pasado por tantos “no” que inconscientemente piensan: “será otro no”. Actúan con esa sensación de fondo y después no consiguen el trabajo. El resultado le da un nuevo argumento para confirmar que tenían razón, que era un “no” de partida. Y puede que hubiera un mejor candidato, que su perfil no se ajustara o quizás que su actitud tampoco le ayudó. Esto mismo ocurre cuando queremos encontrar una nueva pareja, lanzar un proyecto, aprender un idioma o cualquier cosa que se nos resiste. La frustración continuada genera residuos invisibles que se van acumulando, nos van llenando de energía negativa y al final conseguimos que cualquiera que se acerque a nuestro alrededor quiera salir a toda prisa. El motivo es sencillo: nuestro depósito de energía interior, es decir, nuestra actitud y fuerza con la que vivimos las cosas, impacta en la reacción que tenga el resto hacia nosotros. Esta relación podríamos denominarla como el principio de reacción positiva: yo estoy bien, el otro tiene más probabilidades de estar también bien (esta relación no significa que sea inmediata, sino que ayuda enormemente).

Un comercial amargado tendrá menos probabilidades de vender que otro que esté ilusionado. El producto puede ser el mismo, pero la actitud con la que lo cuenta influye en las ganas del comprador. Y todos lo hemos vivido desde una tienda a un restaurante. En algunos te hacen sentir como un rey y la tarjeta de crédito reluce con fuerza y en otros deseas salir lo antes posible (y contigo también tu tarjeta de crédito). Por ello, no es que esta crisis económica haya dejado un sinfín de conversaciones ácidas y quejumbrosas, que lo único que atraen es precisamente de lo que tanto se quejan: no lograr los resultados. El principio de reacción positiva se apoya en una premisa: la actitud con la que abordamos los desafíos condiciona los resultados. Henry Ford lo resumía maravillosamente: “Si crees que puedes, tienes razón; y si crees que no puedes, también tienes razón”. Entonces, ¿qué podemos hacer?

Primero, tomar conciencia: la frustración acumulada o las heridas mal cerradas tienen impacto en nuestro futuro e incluso en aquello en lo que inicialmente no estaba ni relacionado. Como cuando a alguien le va mal en el trabajo, llega a casa cabreado, tiene broncas y, al final, también tiene problemas con la pareja. La frustración en alguna de las dimensiones de nuestra vida tiene impacto en otras. Por ello, identifiquemos señales que nos advierten que no estamos bien como un enfado constante, malhumor o falta de ilusión (lógicamente, estamos hablado de situaciones no patológicas, que en ese caso requieren otras soluciones).

Segundo, aceptar nuestras emociones y vivirlas aunque sean negativas. Salir del atolladero no se resuelve llenándonos de actitud positiva y punto. Eso solo ocurre en las teorías fáciles. Giorgio Nardone sugiere dos maneras de salir de la tristeza. Una de ellas es crear un espacio al día para darle rienda suelta y así dejamos el resto del tiempo libre. Y otra, concentrarnos para estar muy muy tristes y paradójicamente cuando lo hacemos, la cabeza se va al lado opuesto. En cualquier caso, necesitamos vivir la emoción de la que nos queremos liberar.

Y tercero, crear espacios de reconstrucción para variar nuestra actitud: momentos de spa personales, agradecimientos diarios aunque sean pequeños y modificar nuestra mirada. Si nos estamos dando golpes contra un muro, no vale la pena insistir, sino cambiar la estrategia para buscar una puerta.

En resumen: el principio de reacción positiva se apoya en una idea. En la medida que nosotros estemos bien, habrá más posibilidades de generar una reacción positiva en el resto que nos ayude a conseguir nuestros objetivos. Por ello, para salir de los atolladeros, además de crear planes de acción y de tareas, necesitamos poner nuestro estado de ánimo como una de las prioridades a resolver.

Fuente: elpais.com
Por Pilar Jericó

jueves, 24 de noviembre de 2016

Miedo al éxito. Yo, mi peor enemigo.

Es curioso, pero muchas personas tienen miedo al éxito en la vida en general y en la vida profesional en particular. Y ese miedo, paradójico por cierto, se sostiene en el autoboicot, en una conducta inconsciente de evitación.
¿El miedo al éxito ocurre porque sí, es independiente, nada lo causa y nada lo concluye?
Veamos. El miedo al éxito no viaja solo. En la mayoría de los casos, sino en todos, está asociado a nuestros miedos inconscientes -al miedo a lo que ocurrirá si consigo tal o cual resultado-; y al miedo al cambio -a salir de la zona de confort- y a sus consecuencias en la vida futura.
Ciertamente, el miedo forma parte de la condición humana, nos protege cuando es racional y nos limita cuando es irracional. Sin embargo, es importante que seamos capaces de “escuchar” esa emoción cuando no es adaptativa, sino paralizante. Y el miedo al éxito no es algo menor y, como hemos visto, nunca viene solo.
De alguna manera, el éxito siempre implica tomar decisiones y, tal y como la neurociencia nos ha demostrado, un altísimo porcentaje de esas decisiones son inconscientes; son juicios, opiniones, creencias muy arraigadas que se forman en el pasado, viven en el presente y condicionan nuestro futuro. Esto quiere decir que si no tomamos conciencia de todo aquello que nos impulsa o nos limita, lejos estamos de la posibilidad de potenciarlo y/o cambiarlo para orientarlo al éxito en cualquiera de sus formas.
Por ejemplo, en el mundo laboral, el éxito significa brillar en algo, lograr una posición de privilegio, un premio, una distinción, un lugar de más responsabilidad, un cargo, una promoción, un ascenso, etc. Suena bien, incluso a la mayoría de nosotros le gustaría posicionarse en su carrera y ser propuesto para una mejora profesional -por lo menos de la boca para afuera-, pero…
¿Estamos preparados?, ¿qué pensamos del éxito?, ¿a qué lo asociamos?
Efectivamente, todos nosotros tenemos pensamientos y creencias limitantes y potenciadoras que crean nuestra realidad. Por decirlo de alguna manera, todos ellos son “los padres” de todos nuestros miedos y de todas nuestras valentías. Son inconscientes, pero siempre actúan en las situaciones que ocurren frente a nuestras narices; aunque nosotros no las percibamos como tales o hagamos “la vista gorda”.
Si reparamos nuevamente en el mundo laboral, los casos de autoboicot se multiplican y pueden estar basados en una variedad de creencias o pensamientos como los que mencionamos a continuación:
  1. Miedo a no poder sostener el éxito, sobre todo cuando pensamos que el éxito demuestra valía personal.
  2. Asociar el éxito al dinero y tener creencias negativas sobre las personas con dinero.
  3. Miedo a tener demasiado trabajo y responsabilidades en el futuro y que eso suponga renunciar a tiempo y calidad en la vida familiar.
  4. Entender que el éxito supone la envidia, alejamiento y rechazo de las personas.
  5. Creer no ser merecedores del éxito. Baja autoestima “yo no me lo merezco, no soy capaz”, “El éxito es para los otros”.
En todos ellos, en unos y en otros, podemos ver características como: falta de valía, inseguridad, falta de autoconfianza, ausencia de motivación, etc., que tienen que ver con cómo nos juzgamos y cómo nos percibimos; con lo que creemos y lo que pensamos sobre nosotros mismos.
Si nuestras creencias y pensamientos desarrollan diálogos internos del tipo: “No podrás con esto, no es para ti”, “Cuando lo consigas te dejarán solo”, “Seguro que elegirán a otro”, “Vas a fracasar, no eres tan bueno” ¿Qué crees que pasará? Acaso la respuesta es obvia; pasará todo lo que creemos, ni más ni menos, porque la mente articulará cada una de nuestras acciones -consecuente y sistemáticamente- de acuerdo con lo que pensamos y creemos.
Si pensamos que no es para nosotros, no lo será; si creemos que no estaremos a la altura, no lo estaremos; si creemos que es muy pronto para aspirar a más, allí nos quedaremos. Negar que es así, es seguir eligiendo que siga pasando lo que pasa y renunciar a toda oportunidad de prosperidadéxito y mejora.
No es el destino; no “es lo que hay”, es lo que nosotros elegimos.
Dejemos de ser nuestros peores enemigos y adentrémonos en nuestro mundo interno, hagamos consciente lo inconsciente para poder transformar esas creencias limitantes en potenciadoras, para ganar autoconfianza, valía personal y autoestima.
“Un barco atracado en un puerto está seguro, pero no es la finalidad para la que fue construido”. William Shedd
Fuente: namagazine.es

lunes, 31 de octubre de 2016

3 COSAS QUE PUEDES “NO HACER” PARA MOTIVAR A TU EQUIPO.

En nuestra sociedad occidental estamos muy empeñados, obcecados y obsesionados con el hacer. Y no solo por el día sino también por la noche.
Cuando nos acostamos solemos decirnos “mañana tengo que ir a tal sitio”, “tengo que llamar a fulanito”, “tengo que decirle dos cositas a este que hoy me ha tocado las narices”, “tengo que enviar tal propuesta”, “tengo que lanzar la nueva campaña de marketing”, etc.
Si somos directivos, gerentes o responsables de equipo, tal vez pensemos también:
Hacer, hacer, hacer. Siempre pensamos en hacer, nunca en dejar de hacer porque social y culturalmente está muy mal visto no hacer cosas.
En general, directivos, gerentes y emprendedores nos quejamos de que cualquier mejora dirigida a nuestro día a día supone incorporar nuevas actividades, poniendo como argumento (excusa) el ya famoso “no tengo tiempo” o también “no tenemos presupuesto”.
Mira por donde hoy te propongo que dejes de hacer cosas que haces hasta ahora y, por lo tanto, vas a ganar tiempo y te va a resultar baratísimo.
O sea, que ya no te puedes quejar de que no tienes tiempo ni dinero para conseguir mejoras.
Si no dejas de hacer nada de lo que propongo, ponte a mirar un rato “hacia adentro” porque la causa está, a buen seguro, dentro de ti, no fuera.
Ahí van las 3 cosas que propongo que evites hacer para mejorar la motivación de tu equipo:
Deja de castigar el error de forma sistemática.
No des feedback negativo en publico.
No uses el teléfono para comunicar problemas.
1) El error, bien usado, puede ser fruto de un excelente aprendizaje para la siguiente oportunidad. Además, castigar el error supone castrar la iniciativa de las personas que componen tu equipo.
También es un desgaste de energía para ti y para los demás. Aprovecha esa energía para construir, aprender y promover el aprendizaje positivo y rentable.
Solo cuando el error es reincidente por negligencia hay que plantearse el castigo, aunque también habría que replantearse cómo estoy seleccionando a las personas que quiero que trabajen conmigo.
2) Plantéate qué quieres conseguir con dar feedback negativo en publico. Si el único motivo es desahogarte tú emocionalmente, lo más probable es que constituya un potente estímulo para que la persona que lo recibe se cierre y no te escuche. O peor, que lo dejes improductivo para el resto de la jornada.
Si lo que quieres es que ese feedback negativo tenga un componente “pedagógico” será mucho más eficaz hacerlo en privado, en calma, describiendo los hechos, omitiendo opiniones o juicios sobre la persona y buscando soluciones.
3) Llamar por teléfono o enviar whatsap a alguien de tu equipo para comunicar un problema también puede poner en riesgo su productividad.
Si, por ejemplo, tu colaborador estuviese en un cliente realizando un servicio (técnico o comercial) es muy probable que su atención esté más pendiente de la mala noticia que de ayudar al cliente (y éste lo notará).
Si tienes que dar malas noticias, hazlo en persona. Cara a cara.
Así que ya sabes, no todo consiste en hacer y hacer. A veces es mucho más productivo y eficaz no hacer.
Escrito por Sánchez, J. (2016, 20 de octubre) 3 Cosas que puedes no hacer para motivar a tu equipo . Recuperado de http://lapalancadelexito.com/organizaciones-saludables-2/3-cosas-que-puedes-no-hacer-para-motivar-a-tu-equipo/

miércoles, 15 de junio de 2016

¿Por qué es importante la inteligencia emocional para ser un líder?



Uno de los conceptos empresariales mas influyentes en la ultima década ha sido el de inteligencia emocional (IE) y sus aplicaciones han proliferado para el desarrollo del liderazgo, gracias a la gran cantidad de investigaciones científicas realizadas para crear una base más empírica sobre las ventajas de la IE.

En sus libros sobre el poder de la IE y su sinergia con el liderazgo efectivo, Goleman propone que más que el coeficiente intelectual o las habilidades técnicas, la inteligencia emocional es la competencia “determinante” que mejor predice qué individuo, de un grupo de personas muy inteligente, será el mejor líder. Este fenómeno se hace más relevante en los niveles jerárquicos superiores, por lo que frecuentemente escuchamos como se contratan directores generales por su intelecto y pericia empresarial y son despedidos posteriormente por su falta de inteligencia emocional.

En una economía impulsada por el conocimiento, el valor se crea con el esfuerzo intelectual colectivo de equipos de trabajo. Pero lo que determina la productividad real del colectivo no es su potencial teórico sino la forma de coordinar sus esfuerzos. Solo un liderazgo, con una gran dosis de inteligencia emocional, lo logra. Y aunque el concepto parece intangible, afecta cómo manejamos conductas, cómo navegamos en las complejidades sociales y cómo tomamos decisiones para alcanzar resultados.

La buena noticia es que la inteligencia emocional, puede ser desarrollada. Requiere de una comunicación efectiva entre los centros racionales y emocionales del cerebro. “Plasticidad” es el término que utilizan los neurólogos para describir como el cerebro cambia gradualmente cuando se aprende y se desarrollan nuevas conexiones.

*Escrito por Emilia Amado
Fuente: elfinancierocr.com

martes, 24 de mayo de 2016

Cuestión de hábitos.

Decía Aristóteles que <<Somos lo que hacemos día a día, de modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito>>. En este sentido, cabría afirmar que la felicidad también es un hábito, un hábito que podemos desarrollar y entrenar, moldear y diseñar. Esto es buena noticia; la mala es que, como todo cambio de hábito, nos costará modificarlo.

Todos, con mayor o menor éxito, hemos tratado de generar un cambio en nuestras vidas; seguir una dieta, hacer deporte, dejar de fumar o ponernos a estudiar. Para cualquiera de estos cambios se necesita una motivación, de la cual dependerá el éxito o el fracaso de nuestro intento.

En este caso para que la felicidad sea un hábito, precisaremos una gran motivación para producir ese cambio y qué mejor motivación que ser conscientes del impacto que generamos en todos los seres que nos rodean. Si somos felices, estamos haciendo nuestra mayor contribución para que ellos también lo sean.

Es una regla sencilla y clara, pero en términos psicológicos y emocionales, en nuestra relación con los demás podría decirse  incluso que <<todos damos de lo que tenemos>>, es decir,  que contagiamos de lo que llevamos dentro.


Piensa en lo que quieres para los tuyos. Deseas motivación, alegría, sonrisas, felicidad… Pues la mejor forma de contribuir a ellos es cuidándote y lográndolo tú primero y así después podrás contagiarlo a quienes te rodean: hijos, amigos, pareja, compañeros…  La ciencia nos lo está demostrando cada día con más contundencia: estamos mucho más conectados de lo que nos imaginamos y nos influimos los unos a los otros mucho más de lo que creemos.

domingo, 1 de mayo de 2016

¿Qué es basura mental y cómo dejar de producirla?

Hoy quiero compartir contigo algo que aprendí en este mundo apasionante del Coaching y es qué significa basura mental y cómo podemos dejar de producirla.

Basura mental se refiere a todo aquel pensamiento  que nos distrae mentalmente  en un momento dado y nos quita la atención de lo que estamos haciendo.

Por ejemplo, si estamos conversando con una persona, centramos la atención en algún  pensamiento que no está ligado a la conversación y dejamos de estar enfocado al 100% en la comunicación con nuestro interlocutor.

Muchas veces también podemos generar  basura mental cuando físicamente nos encontramos en un lugar pero mentalmente no, pudiendo venir a nuestra mente pensamientos que están lejos del contexto que nos rodea.

En Coaching describimos el concepto de basura mental  cuando conversamos con nosotros mismos, buscando una respuesta especifica a una pregunta  y ponemos la atención a pensamientos que no son en sí del tema a responder.

¿Cómo podemos dejar de producirla? 

Pues en tres pasos, aquí  te detallo:

El primero, piensa en no distraerte, apaga el interruptor mental que tenemos y programa positivamente tú mente. "En este momento voy a pensar solamente en aquello..."

El segundo, organízate y bloquea; cuando conversamos con nosotros mismos hay que tener presente que llegarán a tu mente pensamientos que no son del tema de nuestra pregunta, entonces toma con pinzas los que sí están  relacionados y bloquea los que no.

El tercero, hazlo y ejecuta; ya que conoces sobre basura mental y estas más consciente, pon en práctica los dos pasos anteriores. Romper paradigmas y formas de actuar no es fácil, lo que sí sabemos es que "la práctica se perfecciona haciendo".

viernes, 29 de abril de 2016

¿Por qué no renunciar a tus sueños?

El ser humano vive de ilusiones, que no son más que el motor que nos empuja a luchar por lo que queremos y a visualizarnos en el lugar que deseamos estar. Entonces, si estamos ilusionados y soñamos con alcanzar nuestras metas ¿Por qué no luchar por ellas?

Ciertamente, no siempre es fácil conseguir lo que nos proponemos, pero con esfuerzo y determinación, el triunfo está casi garantizado. Aquí te ofrezco algunos puntos a recordar  mientras hacemos nuestro recorrido en búsqueda de nuestra satisfacción personal.


Si no luchas por tus sueños, estos se desvanecerán y dejarás de soñar.

Siempre te encontrarás con personas que tratarán de desenfocarte. Déjales saber que contigo se equivocan, que sabes muy bien lo que quieres y que su desconfianza te motiva a demostrarles que si puedes.

Si no luchas, nunca sabrás como se sentiría haberlo logrado.

Si no tratas, te arrepentirás el resto de tus días por no haberlo intentado.

Quienes hoy son exitosos son aquellos que ayer decidieron convertir sus sueños en acciones.

Los sueños no siempre se alcanzan como fueron planeados, pero el camino fallido que trazaste para perseguirlo te hace más fuerte, mientras aprendes otras alternativas para alcanzar el mismo fin.

El crecimiento personal solo se logra cuando salimos de nuestra zona de comfort, el motor para salir de esa zona son nuestros sueños.

Hacer lo que te gusta atrae a los perdedores, no pierdas tu valioso tiempo escuchándolos. ¡Ignóralos!

Tus sueños y tus acciones te definen. Si haces lo mismo que los demás, entonces estás dejando que otros definan tu vida.

Luchar por tus sueños motiva a quienes están a tu alrededor a luchar por los suyos.

Para alcanzar nuestras metas no hay ninguna regla escrita, entonces ¿por qué limitarse y seguir las reglas ajenas?

La vida es corta y debemos buscar ser felices. El luchar por lo que quieres te da las armas para encontrar la felicidad.

Aquel que es feliz no es el que más suerte tuvo, si no el que hace lo que más le gusta.

“La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante." Paulo Coelho